Silvestre Byrón on Thu, 4 Mar 2004 17:15:34 +0100 (CET) |
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[nettime-lat] EAF - "Campos Bañados de Azul" en el Verano Porteño II |
EAF Once Ediciones "Campos Bañados de Azul" en el Verano Porteño II Domingo 7/3, 23:00 hs., inaugurando la Ciudad Cultural Konex. Exhibirán el tele-film experimental "Campos Bañados de Azul" (Filmoteca 1971-EAF 2001)interpretado por Juan José Navarro, Dora Malagrino, Miguel Riglos, Abel Darío, Martha Kott y Alejandro, en el Festival Verano Porteño.- ------------- Romanella Lopreste, prod. CORTOS I-SAT 54 11 45 46 88 17 Fundación Konex http://www.fundacionkonex.com.ar/index.asp ------------- Reeditada en distintos soportes (1976; 1988; 1991; 1998 y 2001) fue vista en fílmico y vídeo, cable e Internet, solicitada por colecciones privadas y centros de estudio e investigación. Copiada y pirateada entre el revival y la remake configuró un clásico del experimentalismo. Una saga.- LA PELÍCULA, LA LEYENDA EL PROYECTO Desde un comienzo, el interés de Filmoteca (“Saga de Filmoteca”. EAF/Portfolio, 2001) estaba en abrir nuevas posibilidades a la imagen. Dejar atrás el superrealismo de “La mufa o cómo gozar la crisis” (1967-68), en la variante del cine absoluto, y el expresionismo de “QWRTPX?/Salvador” (1968), en la variante narrativa. Hasta entonces la imagen era puramente underground. Paso reducido de 8 m/m (una lente nada más: un normal) en blanco y negro, mudo, sin efectos especiales; producción de bajo costo. Underground Cinema porteño y conurbano. Hasta “Narraciones extraordinarias” (1969), primer ensayo de cine para televisión, la imagen propuesta como experimentalismo, no había dado en la clave de ninguna singularidad. Los proyectos de la hora inicial “Vurdalak” y “Sonia”, como cine clásico narrativo, no aportarían ningún valor agregado. Por el contrario, en lo estético, el proyecto Filmoteca parecía haber retrocedido hacia una imagen institucional. No obstante y paralelamente hubo interés por desarrollar cierta cuerda poética. Hacer simbolismo. Llevar la imagen hacia lo inexpresable. Hacer metafísica. Cine y literatura. En esa línea se planteó una letra poética de Griselda Gambaro, “Canción para cantar desnuda”, y la prosa poética de “Los alimentos terrestres” de André Gide. Ambos proporcionaban tema y relato, más que argumento. Esto liberaba a la imagen de la pesadez narrativa. “Canción para cantar desnuda” presentaba una oportunidad para describir espacios, hacer juegos de luz y sombra. Desde un comienzo se la pensó en colores de Perutz. Para una pareja anónima. Anónima y desnuda. Sin diálogo alguno. “Los alimentos terrestres”, en cambio, proponía un héroe, Natanael, a quien se exhortaba a dejar el hogar y hacer su experiencia del mundo. En ambos textos había muchas posibilidades para un tratamiento idealista de la puesta en cuadro y de la puesta en escena. Sicotecnia y biomecánica. Y también teatro “de síntesis”. LOS ALIMENTOS TERRESTRES La prosa de Gide rápidamente ganó posición como proyecto. Interesaba el tema. La erótica. Atraían sus motivos. La libertad, la juventud, la acción. Pero faltaban sus figuras. ¿Cómo representar a Natanael? ¿De qué modo traducir dramáticamente a Gide? Estas eran las interrogantes del proyecto “Alimentos terrestres”. Salvo por su extenso “Diario”, nada actualizaba a Gide en los años sesenta. Autor de novelas, “Los monederos falsos”, “El inmoralista” y “Sinfonía pastoral”, había muerto diez y siete años antes del “mayo francés”; el mayo parisino del 68. En su obra buscó siempre lo verdadero por encima de cualquier limitación de la moral institucional. Al fin, era un autor polémico y transgresor. Premio Nobel de Literatura en 1947, “Los alimentos terrestres” quedaría como una obra curiosa frente a sus novelas. El desafío para filmar Gide era enorme. SERGIO A mediados del 69, el proyecto “Alimentos terrestres” se integraba de a poco. El tema se podría ceñir al único personaje enunciado; Natanael. No hacía falta más. Era conveniente reducir todo el texto a unos pocos momentos. Transmitir las ideas centrales a través de la acción del protagonista. En los primeros borradores se apuntó un título provisorio: “Natanael”. El punto que bloqueaba al proyecto era, específicamente, la acción. Lo «visible» del personaje y las ideas del autor. Sus «figuras». En diferentes circunstancias se ha relatado cómo se produjo el hallazgo, en una estación de ferrocarril, que permitió avanzar sobre el proyecto. Un muchacho vestido de blanco que se convierte en reactivo, como personaje-símbolo, de la libertad y el movimiento. Dramáticamente permitiría la “unión mística” con Natanael. Lo cierto es que convino aporteñar al personaje, actualizarlo al ambiente de 1969 y proporcionarle un contexto verosímil que permitiera la identificación y la proyección del espectador. Comenzando con el nombre. Natanael pasó a llamarse Sergio. Y al punto quedó el título de la película: “Sergio”. Es de señalar que, mientras se bloqueó el proyecto “Natanael”, se avanzó sobre “Canción para cantar desnuda”. El tema se repensó para dos actores encerrados en una casa. Con los juegos de luz y sombra, pero sin los colores de Perutz y sin desnudos. La letra de Griselda Gambaro, obligadamente, debía llevar otro título tomado de una de sus líneas: “Paredes blancas, patios desiertos”. Buscando hacer una pieza de Kammerspiel, la idea de producción corrió pareja a “Sergio”. De hecho los guiones se registraron juntos. UNA NEGATIVA El primer problema de “Sergio” era, más que la interpretación, el intérprete mismo. Esto no era una cuestión del sistema de Stanislavski o la escuela de Meyerhold. Realismo o idealismo. El problema era dar con un Natanael-Sergio que diera el tono descripto por Gide. El adolescente ensimismado; la melancolía de juventud. Por el 69 el equipo de Filmoteca aun no tenía una plantilla de intérpretes interesada en sus proyectos. Actores con formación teatral, televisiva o cinematográfica. No había nada de eso. Cabía volver a filmar con intérpretes ocasionales como en “La mufa o como gozar la crisis” y “Narraciones extraordinarias”. Acorde a esta posibilidad Beto Piri, fotógrafo del equipo, propuso a un muchacho llamado Oscar Perla, a la sazón modelo de sus ensayos fotográficos. Su figura daba como Sergio. Era fotogénico, tenía la edad justa y, visto en blanco y negro, resultaba tan melancólico como bien parecido. Rubio, tipo europeo, de buena parada. Se le hizo la propuesta. Se negó. Perla nunca intentaría algo interpretativo. Se insistió. Nueva negativa. Todo inútil. Se buscó reemplazarlo. También inútil. Muchos actores fueron vistos pero ninguno daba el fisic du rol. En la confitería Liceo hubo un Sergio probable, muy espectable. Lamentablemente hubo que descartarlo. Pese a sus buenas condiciones. Muy jovencito y demasiado vivaracho. Debido a una negativa el proyecto “Sergio” se postergó durante un año buscando a su protagonista. Mientras tanto, pragmáticamente, Filmoteca encaró la producción de “Sonia”. Fue aquí donde el actor Miguel Riglos ingresó al equipo e impulsó al proyecto. Archivo Filmoteca TRANSGRESIÓN Todavía no había concluido el rodaje de “Sonia” cuando Riglos se interesó en otra idea de producción: “Sergio”, un prototipo de telefilm experimental sugerido en 1969. Leyó el guión y le gustó muchísimo. Al poco tiempo me apresuré a darle terminación y el 19 de junio del 70 lo registré con el título definitivo: “Campos Bañados de Azul”. Riglos no hizo ningún planteo psicoanalítico o político, sociológico o semiótico. Simplemente preguntó: -¿Y esto cuándo va a empezar? Silvestre Byrón. “Transgresión/El extraño caso del actor Miguel Riglos”. Plus Ultra. Buenos Aires, 1992, páginas 30/31. “Transgresión”. EAF/Liber, 2003. La segunda (novedad) fue el proyecto “Campos Bañados de Azul”. Para entonces las cosas estaban realmente serias en Filmoteca. Nuestra organización se esfumaba de a poco a causa de nuestros fracasos y la falta de concurrencia. Todo hacía dudar sobre su continuidad. Pese a estas evidencias, intuíamos que nuestra lucha no había concluido, que aún no habíamos dado la batalla definitiva. Aunque mínimo, necesitábamos un triunfo artístico para reforzar nuestra voluntad de creación y salvar a Filmoteca. Bastaría un emprendimiento ejemplar: “Campos Bañados de Azul”. Una audacia. Ya al término de la temporada del 70, Riglos me había llevado al Bristol, el tradicional club de Parque Patricios, en cuya sala se estaba dando “Milagro en el Mercado Viejo”, de Osvaldo Dragún, un auténtico clásico del teatro independiente. (Oscar) Liceras había comandado el montaje de la obra. A todo esto como director artístico, Riglos sabía que (yo, Silvestre Byrón) andaba en busca de algún actor con una planta muy sugestiva para el papel de Sergio. En la confitería Liceo había muchos intérpretes probables, pero ninguno daba para el fisic du rol que buscaba. Fue cuando Riglos me dijo: -Lo tengo. A la medida del proyecto. -¿Qué cosa? ¿A quién? -le pregunté -A Sergio. Está en el Mercado Viejo, en Parque Patricios. Tenés que verlo. Es seguro que va a andar. Así que fui a Parque Patricios y vi la obra. Como talent-scout, Riglos dio en el blanco. Efectivamente, en el teatro del Bristol estaba nuestro Sergio. Era un muchacho debutante, Juan José Navarro. Con él estaba otra chica joven, muy encantadora, Martha Kott. Entre otros elementos de conjunto observé en detalle a Dora Malagrino, como Ursula, y a Abel Darío, como el Juez. La plantilla de actores de “Campos Bañados de Azul” se iba armando. Riglos descubrió a Juan José Navarro, el chico de “Campos Bañados de Azul”, en “Milagro en el Mercado Viejo”, Premio de Teatro de la Casa de las Américas (1962), de Osvaldo Dragún. Navarro era el peón José y con Martha Kott, la sirvienta María, hacía la parejita buena. (También estaban juntos en la vida real)… Estrenada por Osvaldo Calatayud, la nueva versión era dirigida por Oscar Liceras. Filmoteca tuvo que negociar con él para rodar “Campos Bañados de Azul” con ese elenco antes de iniciar sus ensayos de “¿A qué jugamos?” de Carlos Gorostiza. En acuerdo Liceras dejaba dos fechas de ensayo en suspenso y en ésas Filmoteca hacía la película. El trato se ratificó con destilado de Lucas Erven Bols. “El extraño caso del actor Miguel Riglos”. EAF/Liber, 2004. Unos meses después ya en la temporada del 71, comenzaron nuestras conferencias de dirección; “trabajo de mesa” como decían en teatro. Estas reuniones eran para caracterizar los personajes y delinear la estética de “Campos Bañados de Azul”. Fueron dos las reuniones. La primera en La Perla, en el Once. (Cuenta la leyenda que Tanguito compuso “La balsa” en el baño de esa confitería). La segunda fue en el Bar Colegiales, junto a la estación Colegiales. Estaban presentes Juan José Navarro, Martha Kott, Oscar Liceras, Dora Malagrino y Abel Darío. Miguel Riglos fue el gran ausente de esas reuniones. Como si el proyecto no le importara nada. Por fin comenzó el rodaje, tantas veces postergado. “Rodaje caliente”. En los 18 metros cuadrados de nuestro estudio hicimos todos los interiores de “Campos Bañados de Azul”. El cuarto de Sergio, el desayuno, el crimen en la cocina, el líving, el garaje (con un Ford Falcon y todo). Lo planeado durante meses. Filmando a los pedos. En pleno rodaje resaltaron los caracteres de cada uno. Riglos estuvo colaborativo y creador como siempre. Su depresión y su duelo quedaron al margen. Navarro, siempre en defensiva -insoportable- demandaba mucha atención. Afortunadamente en el estudio también estuvo Liceras, siempre tan amable, quien -impremeditadamente- ejerció una extraña función de contralor o de guía sicológica para Navarro. Como si fuera un centro de poder emblemático. Algo que ponía a Navarro en quicio. De lo contrario, no sé como habría podido soportar sus berrinches de gran hinchapelotas. Con todo, el actor-problema de Filmoteca siempre fue Abel Darío. Riglos no le tenía ninguna simpatía. Y creo que se odiaban recíprocamente. Como actor nos dio un trabajo extra. Hubo que marcarle todo y tenerle mucha, muchísima paciencia. Los exteriores se rodaron en la plaza Echeverría, en Urquiza. Ya antes habíamos tomado allí algunos planos de “Filmoteca punch”. Eso fue otra mañana. Aparte de Navarro estaba Martha Kott, a quien -para aprovechar su sugestivo tipo- le inventé en el último minuto un papel para incluirla en la película. Lo cual fue un acierto porque ese material nos vino de perlas durante la compaginación. Navarro y Martha Kott volvieron a juntarse en un movimiento falso de “Campos Bañados de Azul”. Ella es la chica ciega que lee braille en la plaza. Luego formaron rubro (en “¿A qué jugamos?”) como Cacho y Choni, la «Chonita». Ahora Dora Malagrino era Leonor, Abel Darío era Fede y Miguel Riglos hacía Pasco. Durante los ensayos era evidente el antagonismo entre los dos actores. Fede y Pasco parecían referentes de una cuestión personal entre Darío y Riglos. Muy palpable la tensión. Op. cit. Otra filmación, creo que la última, fue en una casona en ruinas que quedaba en Ballester, por la calle Colegio Militar, donde tomaron parte Navarro y Alejandro, un actor que Riglos me había recomendado y que, casi, se “roba” la película. Como es usual, hubo que hacer algunas retomas. Allí estuvieron Alejandro y (Marcelo) Tata quien dobló a Navarro, el hinchapelotas. A medida que llegaban los rollos ya revelados (por Laboratorios Alex) comprobamos que no sólo se habían superado todas las dificultades técnicas sino que se había dado un paso adelante en la estética de Filmoteca. En efecto, en la moviola se veían ambientes muy blancos donde los personajes se movían en claroscuros. Para más, colmado de primeros planos, el telefilme destacaba los visajes de cada personaje con una fuerza dramática o humorística que no teníamos antes. Todo estaba saliendo bien. Deduje una creativa etapa de montaje. Y no me equivoqué. Fue tal el acierto del proyecto que estimuló nuevamente a Riglos. Por de pronto, no lo pude apartar de la moviola supervisando todo lo que yo iba armando. Otra vez era el art-director que yo había conocido. Filmoteca tenía el proyecto “Paredes blancas, patios desiertos” para Navarro y Riglos, tan sólo. Un drama. Con mucho Ionesco en los diálogos. Quedó en la nada debido a cuestiones de sonido y al alto costo. Navarro hubiera podido cantar y Riglos recitar alguna cosa. También había espacio para Martha Kott virtualizada en una proyección de 8 mm. Op. cit. De pronto, la fatalidad. Había muerto Abel Darío. El suceso creó una conmoción en Filmoteca. Por varios motivos. El primero fue “Campos Bañados de Azul”, por cuanto no habíamos concluido su etapa de laboratorio y hacía falta su voz para registrar la banda de sonido. Luego, porque entusiasmado por el experimentalismo, Abel Darío se había comprometido con Filmoteca para producir el próximo proyecto: “Point Blank”, nuestro primer mediometraje. Dirigida por David Stivel, la obra de Gorostiza fue estrenada por Gente de Teatro en el Ateneo (1968). Liceras tuvo dificultades para montar su versión. Por un lado, las cuestiones entre Darío y Riglos. Todo se complicó cuando interrumpió los ensayos para inaugurar Cortocircuito, el café-concert del Bristol. Desavenencias, atrasos e incertidumbre. Las cosas se iban de las manos. Darío quería incorporarse a Filmoteca como actor y productor. El estudio tenía a “Point Blank” en carpeta para filmar con el mismo elenco. Darío como el automovilista del primer bloque, Riglos con Malagrino (¿y Adelma Martín?) en el segundo y, por último, Navarro y Martha Kott en el tercero. Mientras se aceleraba la preproducción de la nueva película “¿A qué jugamos?” parecía caer en el olvido. Darío debutó con otra compañía en el Arteatro, una salita del Once. Más tensiones. No obstante se equilibró todo. Sin defecciones, Liceras estrenaría la obra de Gorostiza y Filmoteca haría “Point Blank”. No fue posible. Abel Darío murió súbitamente. Op. cit. Uno se pregunta qué hubiera sido de Filmoteca si no se hubiera dado la partida de quien perfilaba ser uno de sus más importantes colaboradores. Apenas tendría treinta años. Lo inhumaron en el cementerio de Flores. Al fin llegó el día decisivo El estreno de “Campos Bañados de Azul”. Una performance que nos llevaría a la culminación o a la nada, ya que de aquel suceso dependía la continuidad de Filmoteca. Tan mal estaban las cosas. “Bañados de Azul” era la única chance que teníamos para seguir adelante. Caso contrario, no quedaría otra oportunidad considerando el desgaste sufrido. La cosa fue en la noche del sábado 14 de agosto en un instituto privado, Hi Photography, sobre la recientemente inaugurada peatonal Florida al 900. A pasos del Florida Garden. No sé por qué, todo parecía joven entonces. Daba la impresión que el Ser se impondría a la Nada. Así que, sobrepujando la angustia existencial nos metimos de lleno en esto. Los organizadores no eran muy optimistas. Habían programado una función de cortometrajes en paso reducido sin mayor énfasis. Una función para treinta o cuarenta personas. “Algo muy sencillo”, pensaban. Sin mayores perspectivas. Sin embargo, cuando la sala comenzó a llenarse el humor fue cambiando. Rápidamente se excedió la cifra prevista. Hubo gente de pie y sentada en la alfombra; en una palabra, el público dio una respuesta magnífica. Cuando se colmó la escalera, la sala llegó al tope. Mucho público que seguía fluyendo tuvo que quedar afuera. Fue un suceso memorable hecho sin publicidad ni promoción de ningún tipo. Un milagro. Uno de los organizadores de Hi Pho estimó en trescientos los espectadores reunidos. Pero yo creo que el verdadero suceso de aquella noche fue el siquismo aportado por la concurrencia, lo profundo de la interacción entre el público y sus realizadores. En el grill Santa Generosa nos reunimos con los colaboradores de Filmoteca y configuramos una larga mesa para disfrutar el triunfo. A partir de entonces comenzamos a tener éxitos y a ser figuras expectables. Podíamos darnos por satisfechos; hacíamos daño, estábamos en la cosa. Le habíamos roto el culo a la adversidad. 1971 era el año de Filmoteca. ¿Qué más? Silvestre Byrón, op. cit. páginas 58/65. Hoja de Información EAF http://www.geocities.com/eaf_underground ------------ Los mejores usados y las más tentadoras ofertas de 0km están en Yahoo! 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